domingo, 21 de noviembre de 2010

La metáfora del cuarto lleno de gente

La uso para describir el contenido mental y las pulsiones enfrentadas que suelen ser las responsables de que nuestras ideas y pensamientos más originales, nunca lleguen a ser expresadas por escrito. Y el blogueo anterior es una descripción de lo que ocurre cuando nos sentamos frente a computadora o papel y nos disponemos a redactar algo. Todas nuestras subpersonalidades se activan y empiezan a forcejear entre ellas para ser quiénes logren decir lo suyo esta vez. Las voces que normalmente aceptamos y nos permitimos expresar son asaltadas por aquellas que no nos gustan de nosotros, o nos traen problemas con otra gente o nuestro entorno no aceptaría con facilidad. Y adivinen, son las más interesantes, las que nos convierten en alguien único, distinto, especial. El problema es que por falta de aire y ejercicio, aparecen cegadas por la luz, torpes, balbuceantes. Esto nos asusta e incomoda y decidimos postergar la escritura para otro momento. El oro en bruto que significan, se queda como está.
Si seguimos adelante a pesar de la incomodidad, rechazamos todo lo que viene de ellas y el texto queda rígido, seco o desleído. Correcto e insulso. Y nos desanimamos porque toda la vitalidad que intuimos que podemos volcar en un escrito, lo más jugoso de la historia, no está.
La siguiente vez que encaramos la escritura, todo se agita nuevamente y los locos vuelven a ser encerrados en sus celditas en el fondo de nuestro inconsciente. De esta manera nunca se curten, siempre salen en el mismo estado de torpeza y ceguera.
La única manera de cambiar esto es mediante el sostenimiento de la incomodidad o mediante formas alternativas, dosificadas de dejar salir este contenido "prohibido", tabú para nuestra conciencia.
Eso es lo que hacemos en el taller.